9.3.11

Jornada Zavaletera. Sabado 5-3


Con Nestor y Cristina todo el año es carnaval” suena una de las canciones de La Cámpora. Lo cierto es que este año, gracias a la Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, nos devolvieron el carnaval a los Argentinos, ese que habíamos perdido en los siniestros años de la dictadura militar. Y no sólo me refiero a los feriados del 7 y 8 de Marzo, si no que año a año, desde 2003 a la fecha, se nos devolvió la alegría, se nos devolvió una razón para festejar en comunidad, y se nos devolvió el gusto por la fiesta popular, tan contraria al individualismo solitario y egoísta que reinó desde la dictadura y explotó en el 2001.  

En el medio de este contexto de carnaval, de fiesta y de alegría, los zavaleteros queríamos llevar algo de esto al barrio. Quizás sin darnos cuenta del todo, la militancia que llevamos a Zavaleta está siempre llena de alegría, risas, amistad, solidaridad y compañerismo. Y se nota. Arrancamos el día tempranito en la casa de Papu  y Diego, dos compañerazos que viven cerca del barrio en cuestión, cortando volantes para repartir anunciando nuestra mudanza, y dándole la bienvenida a dos compañeros nuevos que venían por primera vez a Zavaleta, acompañado a la mística y la adrenalina que eso significa.
En mi cabeza, todavía resonaban palabras de un trosko que tuve la mala suerte de cruzarme en el bondi yendo a lo de Papu y Diego (el viaje de una hora pareció de cinco). “¿Qué hizo este Gobierno por los trabajadores?” “Este gobierno está en contra de las luchas de los trabajadores!!” Mis incansables intentos por hacerle entender el Proyecto Nacional eran invalidados por la terquedad de una persona que parecía más cerca de La Nación que de Prensa Obrera… (o bueno, mas o menos lo mismo por estos tiempos). Yo todavía no sabía que a veces, no es uno el que tiene que buscar los argumentos técnicos para demostrar la validez de este Proyecto, si no que alcanza con ir a un barrio como Zavaleta, y hablar dos minutos con algún vecino, con algun trabajador, para que él te lo demuestre. Por suerte ese día lo iba a aprender muy bien.
Llegamos al barrio, nuestro nuevo local rebalzaba de vibraciones, emoción y confianza. Nos mira expectante con sus paredes negras, su inexistente baño, y luz oscurecida. Lo miramos sabiendo que vamos a hacer de él algo grande, no sólo porque vamos a dar todo de nosotros para que quede impecable, si no porque en ese lugar van a estudiar mil chicos, van a asesorarse mil abuelas, van a aprender a leer mil adultos, van a buscar ayuda mil madres, y van a florecer mil flores. Falta poquito para que eso pase. Sabemos manejar nuestra ansiedad, y por eso, con pala y lija en mano, empezamos a trabajar. No estábamos solos, por supuesto, uno nunca está solo en un barrio como Zavaleta, y menos en estos tiempos: Silvana y Silvio, los dueños de la casa, fueron los primeros en moverse. También estaba Judith, Erika y su hija Abigail, vecinas del barrio comprometidas con nuestra lucha, porque saben que también es su lucha. Erika ayudaba a lijar, Silvio preparaba el cemento, mientras “Abi” sacaba fotos con mil sonrisas dibujadas. La música sonaba fuerte, un poco de cumbia, algo de rock, algo de reggae, mucha canción para Néstor y Cristina, mucha mística, mucha. Alguna que otra fresca rodaba entre los militantes muertos de calor, de ese calor de Marzo que te agota pero que te empuja al nuevo año. Eramos muchos haciendo mucho, como si el nuevo local y el 2011 hubieran inyectado más pilas y energía en nosotros: Papu, Diego, Brenda, el Vazco, Gime, Apu, Giaan, Luna, Viko, Leandro, yo (Mora), vecinos y vecinas, todos laburando codo a codo para lo mismo, para todos.
Entre todo esto, algunas salimos a patear el barrio, previa visita al local de La Campora en la Villa 21/24, ahí nomas de Zavaleta, donde nos convidaron con un rico locro que había preparado un vecino para todos. Con el estómago lleno de alimento y emoción, fuimos por las cercanías de nuestro viejo local a repartir volantes para avisar a los vecinos que no nos íbamos, que no abandonábamos, si no que por razones de fuerza mayor, habíamos tenido que mudarnos de local. Muchos saludos afectuosos, mucha sonrisa, mucho abrazo de alumnitos del apoyo escolar, muchos elogios, también algún reproche, -la única manera de no equivocarse nunca es no hacer nada… y de eso, los peronistas, no entendemos-, pero muy buen recibimiento de parte de todos. A veces uno no se da cuenta de lo bien que está haciendo las cosas, hasta que se choca con la realidad que te lo grita en la cara.
Sin dudas lo más lindo de militar en un barrio es poder estar en contacto con la gente, con la realidad, con las necesidades verdaderas, con la piel y las entrañas del pueblo, para que nadie te pueda venir a decir qué hace este gobierno por los trabajadores, porque lo estás escuchando de su propia boca cuando te dicen que en los 90 lo perdieron todo, y que este fue el único Gobierno que se acordó de ellos. Estás mirando con tus propios ojos cuando te muestran un cupón de trueque de 2001 y te dicen: “antes esta era la forma de vivir… así te tenías que manejar para comer, la gente se olvida de esto, canal 13 no te hace acordar de esto”, lo estás escuchando con tus oídos cuando te explican que antes no tenían trabajo ni forma de mantenerse… cuando te dicen “no sé cómo sobreviví a esa época” y lo estás sintiendo en tu piel cuando te dicen que Cristina es la mejor presidenta que hemos tenido, y que te quieren acompañar al acto del 11 de Marzo en Huracán para verla, para alentarla, para admirarla junto a vos. ¿Qué trosko, qué gorila, qué infeliz puede después sacarte esa sensación del cuerpo, del corazón?
Día a día el barrio nos sorprende y nos enseña, nos impulsa y nos pone piedras, nos acaricia y nos golpea. Sin dudas si este barrio nos ha dado patadas, todas nos han tirado para adelante, y nos han servido de impulso para ir más allá. ¿Será que definitivamente el carnaval habrá llegado para quedarse en Zavaleta, en Buenos Aires, en Argentina? ¿Será que en esta Patria primaveral, no dejan de florecer flores a cada segundo? ¿Será que los jóvenes hemos recuperado la alegría de militar para que las cosas cambien? Es que como decía un tal Arturo, nada, pero nada grande, se puede hacer con la tristeza, y eso en La Cámpora Zavaleta, lo sabemos muy bien, y lo hacemos valer día a día.

Mora Sarquis Adamson

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